De nuevo el otoño, plácido y austero.
Al caer la tarde,
pequeños incendios de broza sobre los campos.
Sin entender,
arrastrada por el viento,
la libélula.
Suenan al caer,en las raíces ensortijadas del olivo,un par de aceitunas.
Manantial gloriosoal pie del monte.
No hay nadie.
Tormenta estival.Después, huidizo, huidizo
arco iris.
La profunda noche sola
en la casa silenciosa.
El sonido del reloj.
Una palpitación, una esencia,
un eco súbito, un piadoso destello
de lo que ha sido amado.
El recogimiento del gato.
No deposites en él ninguna esperanza,
después de tu muerte.
El amante busca triste y delicadamente,
en el fondo de la antigua caja,
un mechón de cabello, polvoriento.
Bajo el quieto arrecife
de la vida de los hombres,miríadas de luchas.
Cuando intentas conocerla,la nube no es más que una nube,y se disipa.
Desde las nubes
una nube
nos mira a la deriva.
Caen en verano
corazudos coleópteros
sin ruido al suelo.
Se ha movido un poco,
y sin viento.
Espantapájaros.
Fuente: Ángel Olgoso
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